"Yo nací en san francisco, crecí escuchando los rolling stones,
yo fumé marihuana y me drogaba con poxipol...
mucha veces fui preso y muchas veces lloré por vos
porque a la franja la quiero la llevo dentro del corazón..."
El sol me pegaba en la cara, con la mano derecha hacia sombra a mis ojos que por poco no salían de lugar.
Vibraban al compás de las voces que al igual que yo estaban acá. En un lugar, al lado de otro que por el mismo motivo cayó ahí. Los trapos y tambores se hacían notar. Era un aire eufórico y contagioso que giraba alrededor. Todos cantaban como si de su sangre hablasen, y tal vez fuese así... el equipo de aquel recóndito barrio de una diminuta ciudad, acompañado por minúsculos individuos que fueron acarreados de muchos otros lugares, mas recónditos aún... hasta acá, hasta este coliseo de un pasto verde y tribunas mudas que no pueden contar lo mucho que significa para un puñado de almas la simple aventura de alentar a esos colores que pintan el cielo y estremecen su corazón
No faltaba mucho para que termine el primer tiempo, y los pibes ahí, prendidos de sus banderas, otros de algún vino en cartón y si, otros de alguna tuca de faso, pero eran breves esos actos porque no existe mayor prioridad que alentar... y saltaban, digo saltaban porque yo, retirado un poco más atrás contemplaba...
Y no dejaba de mirar, a ese puñado de almas, que están acá... rebalsados de alegría, sumergidos en una pasión tan loca como toda la perra humanidad.
"El día que me muera, yo quiero mi cajón pintado azul y blanco como mi corazón..."
Ya eran escasos los minutos que nos llevaban hasta el final de partido y solo en el entretiempo aprovecharon para lubricar esas gargantas desprolijas, que poco saben de afinación, pero que nada importa, sino la fuerza con la que puedan rugir para hacerse sentir. Familias enteras deseando el final, niños y niñas, todos con su remera de "San Martin" y señoras gritando por sus hijos que están adentro luchando, poniendo la vida en cada pelota porque el que ama lo que hace, hace eso... y era así... todo el lugar estaba acoplado por una magia, gente de otros barrios, almas que se suman a este sentimiento azul y blanco. Tribunas repletas de emoción, el aire se tornaba otra vez crudo, era difícil respirar....
Llega el final, y la avalancha hacia el tejado... no queda más que festejar.
El equipo de aquel barrio, ahogado en su esencia: con tantas historias de esquinas,calles de tierra, rodeado por cuatro avenidas que solo lo conocen superficialmente, salió campeón. Y fue mágico estar ahí.
Pero lo que no se ve de todo lo que va por esas arterias que sostienen a este hermoso juego, es mejor no contarlo. Por eso esta la magia, todavía conservada, la magia que pocos perciven... porque lo demás no les importa. Solo el juego.
LMB.