Tengo varias referencias de la palabra consumo que me resultan igual de interesantes. Una, mi abuela diciendo fulanita está consumida. Hace referencia a alguien que se ha devorado a sí misma en dolor, ya sin fuerzas para hablar o con nada que contar y con el cuerpo reducido a la mitad, como si fuese desapareciendo literalmente, sin dejar ni una partícula suelta. Otra, Hanna Arendt cuando habla de que el hombre actual le da al hecho de vivir el valor más alto y no puede hacer otra cosa más que consumir. Las cosas están para usarlas con el objetivo de construir un mundo en el que podamos ser más libres, pero ahora las cosas son bienes de consumo, se devoran, se engullen, se zampan. Si mezclo las dos referencias, pienso en la consumición de un bar, en que llamen consumición a tomar una bebida. Está claro que piensan en ella como un liquido a tragar y hacer desaparecer. No tiene nada que ver la palabra copa con la palabra consumición. El espíritu de sorber la noche y hacerla desaparecer está también ahí. Y ahora entiendo también las lecturas de mil páginas de un best seller, consumir lectura. ¿Qué queda después de un best seller? Consumir, hacer desaparecer, matar cincuenta hojas al día lo más rápido posible, al ritmo de la media hora de metro, a su vez consumiendo, matando, la media hora de metro. ¿Quién puede pensar hoy en día en LEER una NOVELA de mil páginas? Leer sin comer las páginas, más bien pidiendo permiso para entrar, manteniendo el tipo en ellas, pensando en una frase, repitiendo una descripción, relacionando un diálogo con otro de diez capítulos atrás, sintiendo una punzada por algo que hemos hecho y que está ahí, observando que hay un mundo entero que desconocemos… Quiero una novela de las que lees durante tres meses y no quieres dejar nunca. Me lo comentaba una lectora el otro día. Hablamos de volver cada noche al mismo sitio, exactamente el mismo, con un mínimo movimiento que puede llevar una semana de lectura, con un hombre o una mujer que viven en el tiempo y el espacio, el mismo que nosotros. Uno de esos libros que tendrías que volver a leer, que no sólo no lo has matado sino que le has dado vida para siempre. (Cursi pero real). El otro día me hablaban de un autor conocido que tiene mucho éxito a nivel mundial. Me pregunté por qué no me gustaba y me respondí que no me acordaba de nada de lo que había leído. Había consumido los dos libros que leí. Me había tragado las palabras. Creo que esta es una buena forma de cribar buenos y malos libros, ¿Me acuerdo de algo dos años más tarde? ¿Todavía siento su lectura veinte años después? Un ejemplo, Los Demonios de Dostoyevski. Lo llevé a la playa durante dos meses, tenía dieciséis años. Recuerdo la oscuridad total como ambiente, la salida de un hombre de una casa, las conversaciones interminables, el significado de ser honesto, lo clandestino, la duda, la falta de certeza que a esa edad era nuevo para mí. No me acuerdo de la trama ni de los nombres de los personajes, pero estos conceptos los tengo para siempre y además, la arena quemaba, una niña de mi edad no leía y bajaba con un pato, las hojas del libro se despegaban y tenía que correr detrás y volver a ordenarlas, las madres se quejaban de nuestros planes nocturnos sin moverse de sus sillas y el agua estaba maravillosamente helada y transparente con el infinito en el horizonte. Puedo volver a vivir esa escena perfectamente con cada una de las sensaciones. Creo que no podría mantenerla así si no fuera por la sensibilidad a la que me abría esa lectura. La intensidad es exactamente lo contrario de la consumición. Por cada cosa nueva que sabes se abre una posibilidad infinita de cosas nuevas por saber y el agua y el infinito de ese momento después de la lectura toman una nueva dimensión, se hacen más reales. Esa es la intensidad que abre a nuevas experiencias. La consumición de libros tiene exactamente el efecto contrario, el entretenimiento es una especie de marcha atrás. Cuando terminas de entretenerte no sólo olvidas el objeto consumido, sino todo lo que no habías entendido durante el día que te ha movido a buscar el entretenimiento. Evitas el esfuerzo de pensar para seguir repitiendo siempre lo mismo y acabar aburrido de tener siempre lo mismo y buscar entretenerse para no pensar y consumir un libro…
No hay que olvidar que ya se aceptan expresiones como la industria del libro, el consumo de libros. No hay que olvidar las imágenes de gente esperando a que abran la puerta de un gran almacén para comprar el último volumen de una saga. No hay que olvidar que esos autores tienen autoridad sobre sus lectores. Están dispuestos a escucharlos, a que les dén más, a seguir consumiendo palabras que aseguren que nada va a cambiar. Quizás, de todas las consumiciones, quitando la de humanos, esta es la más punzante.
Foster Wallace hablando sobre la literatura comercial y la literatura como una forma de romper con la comodidad.-